Secretariado P. J. Kentenich Santuario de San Isidro

Blog con contenidos de la Vida y Obra del Padre J. Kentenich

lunes, 15 de junio de 2015

Encuentro con el Padre Fundador
 
Leer en las almas


Por su misma naturaleza, un escrito de defensa supone dar testimonio de sí mismo. Estos testimonios nos permiten conocer al fundador desde su interioridad, y de manera muy personal.
En la "Apología" se halla una muy firme declaración del P. Kentenich sobre sí mismo, la cual constituye, por así decirlo, un denominador común
 de su labor educativa y fundacional.
Hay que leer el texto varias veces y meditarlo, para aprovechar cabalmente todo lo que entraña.
El siguiente texto ha sido tomado en ocasión de las bodas sacerdotales de oro, Monte Sión,1985,134s.


Indudablemente he leído y estudiado mucho, muchísimo, en todo caso más que la mayoría de mis contemporáneos... Pero no en libros comunes(salvo muy, muy rara veces). En efecto, leí y estudié en el alma de las personas(de cualquier estado de vida, sanas y enfermas, tanto de las que aspiraban a las alturas como las abatidas), y también en los acontecimientos de la época. Asimismo he escuchado en grandísima medida. Por último se trata siempre de percibir la voz de Dios... Reitero que capté la voz divina en esos dos libros y no ( o bien rarísimas veces) en conferencias. Podría enumerar rápidamente las conferencias que escuché desde 1912.
En todas partes pude percibir en mis libros las mociones más delicadas y finas, pero también las más vigorosas y apasionadas del corazón humano de hombres y mujeres, de sacerdotes y laicos. Y así aprendí a discernir espíritu humano de espíritu divino, palabra humana de palabra divina. Esos dos libros de lectura y aprendizaje fueron, en todo momento inagotables e insuperablemente ricos en contenidos de gran valor.
En tales cursos solían reunirse dirigentes de diversas corrientes modernas de pensamiento que  se confrontaban en el ámbito alemán. Por eso siempre estuve informado, por fuentes directas, de lo que palpitaba en la época, y orientado sobre bibliografía especializada que generaban, sin tener que recurrir a los libros habituales. Por ende me hallaba siempre actualizado a la hora de preparar mis cursos. Sólo necesitaba destacar algún pensamiento central y colocarlo como título. En cada oportunidad sabía dónde le apretaba el zapato al oyente y hacia dónde estaba orientada la receptividad de su corazón. De ahí quizás el éxito cosechado.
Se elogia al Santo Cura de Ars por la cantidad de horas que pasaba en su confesionario . Incluso se intenta calcular su número. Si yo midiese el tiempo que en mi larga vida he dedicado a las almas, día y noche, con paciencia infatigable y manteniendo siempre el mismo interés, se llegaría a una cifra notablemente grande...
En la plenitud de su vida, San Pablo sólo tenía una gran pasión: Dios y las almas. Para él todo lo demás pasaba a un segundo plano, tal como se lo puede percibir en sus cartas. En ese sentido habría que entender entonces su programa de vida. También a mí me fue regalado algo de esa pasión...
Con su capacidad de empatía extraordinariamente fuerte y diversificada, el psicólogo que hay en mí registró con sumo cuidado y fidelidad todas las mociones y deseos del otro, los conscientes e inconscientes, los buenos y los malos. Procedió así tanto frente al alma individual como a la comunitaria. De este modo se produjo, y casi de un día para otro, una cercanía espiritual admirablemente abierta, que puede ser considerada como excelente condición para una transmisión recíproca de vida.
Y el filósofo que hay en mí se encargó se encargó del polo opuesto: la lejanía espiritual. Un filósofo que se manifiesta como un metafísico arraigado y anclado en el más allá, en lo absoluto, en lo eterno, en lo infinito: en el Dios Trino. Un arraigo y anclaje religioso que a su vez es don de Dios, es de alto grado e indestructible.
Cercanía y lejanía confluyeron en un amor a Dios y al prójimo caracterizado por una mesurada calidez y por la capacidad de vencer todos los obstáculos.
Cuando el filósofo que hay en mí captaba con pureza las ideas de la época, en sus más recónditas raíces, con mira a explicarlas y elaborarlas, entonces el metafísico ordenaba ambas: tanto las mociones como las ideas, remontándolas a los principios fundamentales; principios presentes desde toda la eternidad en el Verbum Divinum y amados desde toda la eternidad en el Espíritu Santo. Por eso no deben ser considerados sólo como ideas de Dios encarnadas, sino también como deseos
 de Dios encarnados. De ahí que se conviertan en imperativos ético-religiosos que yo, como pedagogo e integré creativamente a un sólido sistema de una piedad tridimensional y a un moderno sistema pedagógico global.







del libro   Kentenich -  reader

Encuentro con el Padre Fundador
Tomo 1